La reina de Inglaterra, Isabel II, y el primer ministro británico, Tony Blair, luchan contra las numerosas reacciones tras la muerte de la princesa Diana de Gales el 31 de agosto de 1997. Este repentino a la par que sorprende noticia ha provocado numerosas insinuaciones en su territorio y en la mayor parte de los países del resto del planeta, por lo que sus métodos de actuación deberán estar perfectamente planificados para estar preparados ante las posibles consecuencias que esto pueda llegar a acarrerar.